24 mayo 2007

Las penas se van cantando

(Cuba)Cubanet-.
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LA HABANA-.
En un solar del municipio capitalino Marianao, lo recibió una comadrona. Ya se cumplen sesenta y tres años de su nacimiento. Fue en el mes de las lluvias y las flores. La comadrona anunció un varón. Sus padres lo bautizaron Oscar.

De nada sirvió que el Día de Reyes le regalara pistolas y ametralladoras de juguete. En plena pubertad, sus glúteos y tetillas comenzaron a crecer, desbordándose bajo su ropa.

Oscar aún recuerda la primera consulta con el endocrinólogo. Ese día, escuchó con atención al doctor mientras conversaba con su madre sobre complejos e inhibiciones. No se podía hacer nada. Era el Síndrome de Klinefelter (varones XXY) (*1). No ha podido olvidar la mirada desesperada de su madre mientras atentamente escuchaba al doctor. Oscar no entendía nada.

Suministrarle más testosterona a su cuerpo fue un sacrificio en vano. Los resultados duraban menos de un mes. Sus órganos genitales apenas desarrollaron.

Con el tiempo se acostumbró a los mil apodos y a las miradas lascivas de sus amigos del aula. Oscar era un "bicho raro" para amigos y familiares.

Se graduó de técnico agrónomo. Con pantalón, camisa y botines trataba de disimular sus curvas femeninas. Se esforzó en poner amor a su trabajo. Dirigió los mejores lugares de la ciudad donde se hacían adornos florales. En los jardines encontró consuelo. Las flores, con sus agradables fragancias y diversos colores, no huían de él. Agradecían su cuidado embriagándolo con sus aromas.

A los sesenta años, Oscar se jubiló. No abandonó a sus amigas, las flores. En un pequeño cuarto de un solar, convive con ellas. En macetas, adornan y perfuman la habitación.

Fue entonces cuando cambió los pantalones por vestidos y los botines por tacones. En la primera esquina que encontró botó la billetera y la sustituyó por un gran bolso lleno de cosméticos, pañuelos, pelucas y perfumes.

Ella era una creación auténtica de la naturaleza. Desde ese momento decidió llamarse Wendy.

Lleva dos años actuando en un show de trasvestis. Le pagan bien, no se puede quejar del contrato. Wendy, de Guanabacoa, es solicitada en bodas, fiestas y quinces. Tres o cuatro horas de show, entre humor cuentos y canciones hacen de su vida un carnaval. Lo que más disfruta del show es imitar a Celia Cruz. Menea los hombros y las nalgas al son del background y las penas se van cantando. ¡Azúcar! ¡A guarachar!

Wendy, que antes fue Oscar, se encontró a sí misma. Piensa vivir el tiempo que le quede imitando a Celia Cruz. En tacones, pelucas rubias y extravagantes maquillajes.

Aunque no llegue a la fama, aunque se quede en una cuartería de Guanabacoa, Wendy es feliz, al fin es ella. Wendy aprendió de Celia Cruz que no hay que llorar. La vida es un carnaval y nadie se la va a quitar.

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Más información: (*1) http://www.sindromedeklinefelter.info/

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